Final de Javier Avi
Al doblar la esquina me tropecé con un enorme cincuentón
trajeado que me apartó de un empujón y farfulló algo que me supo a todo menos a
delicadeza. Me recoloqué el bolso además de la columna vertebral y continué mi
camino no sin evitar pensar en el hombre del subsuelo de Dostoyevski, ¿qué sentido
tenía? Hacía unos meses que yo había cumplido los 40 y qué sentido tenía. La
vida ya era más que suficiente, ya había sido más que suficiente. Aquel personaje
apartado del mundo y recluido en su cuartucho del sótano se lo preguntaba
también: “vivir más de 40 años es una desgracia, es algo inmoral y vil. ¿Quién
vive después de cumplir los 40 años?, los imbéciles y los cretinos”.
—Los imbéciles y los cretinos…, los imbéciles y los
cretinos… —Me paré en seco. Deshice mis pasos y desdoblé la esquina—. ¡Cretino!
El hombre ni se dio la vuelta.
—Imbécil… —dije esta vez mucho más bajito, aunque sin saber
muy bien si se lo llamaba a él o a mí misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario